En esta nueva entrada voy a tratar el producto estrella de la cocina mediterránea, el aceite de oliva, que últimamente está sufriendo muchos reveses en forma de tratados económicos, sobre todo por culpa de aranceles. Sin embargo, este no es el único problema con el que se está encontrando.
Comencemos hablando del consumo,
y más concretamente del mercado español, que es el principal consumidor del
mundo. Aquí nos encontramos con el primer escollo. Para el consumidor patrio, el aceite de oliva
se ha convertido en un producto indiferenciado, de escaso valor añadido. El
aceite de oliva ha pasado a ser considerado como una grasa alimenticia más. El
principal beneficiado en nuestro país está siendo el aceite de girasol, que ya
representa el 40% del consumo de aceite de nuestro país.
En España, al consumidor solo le
importa comprar al precio más bajo. Y es así como el mercado español ha acabado
por estar dominado en un 65% por las marcas blancas. Si bien aquí hay que
matizar, ya que existen marcas blancas de una calidad excelsa, y de precio incluso
superior a los marquistas.
Este proceder del consumidor
español, se puede empezar a observar en otros mercados con alto potencial de
crecimiento tanto en volumen, como en margen. En estos mercados, los clientes potenciales también se decantan por el precio, y no por la calidad del producto. Alguno de estos mercados son: Reino Unido, Alemania u Holanda. Sin embargo, todos tienen algo
en común. Se trata de un elemento culinario, con poca presencia en su cocina
tradicional, por lo que les resulta más fácil cambiar de grasa alimenticia,
aunque tengan inferiores cualidades.

En el lado contrario nos
encontramos a la Unión Europea, donde a pesar de que es el máximo consumidor de
esta grasa vegetal, su consumo se ha resentido enormemente en estos años,
disminuyendo en casi 450.000 Tm, desde los máximos de consumo en el año 2005.
Desde entonces el consumo europeo no ha parado de bajar, siendo substituido
este aceite por otros más baratos, como el de Girasol.
¿Y que hay de la producción? La
producción mundial según datos del “International Olive Oil Council”, ha pasado
en los últimos 20 años de 2.500 millones de toneladas a sobrepasar los 3.000
millones. Se trata de un incremento muy importante. Cuando hablamos de
producción de aceite de oliva, debemos destacar a la unión Europa, con grandes
productores como Italia, Grecia, desde hace unos pocos años Portugal, y
especialmente España.
Nuestro país, es el primer productor del mundo,
representando aproximadamente el 60% de la producción de la Unión Europea y el
45% de la producción mundial. Solo en España la producción de la
temporada pasada ascendió a 1.440.000 toneladas de aceite, lo que supone un
incremento del 40% al de la temporada anterior, si bien ésta fue especialmente
mala, debido a la sequía.
Aparte de los productores
europeos, han aparecido en escena otros países, sobre todo del norte de África
y Asia, cuya producción comienza a ser más que respetable, habiendo duplicado
su producción en los últimos años. De entre estos países tenemos que destacar
las producciones de Marruecos (200.000 Tm), Túnez (120.000 Tm) o Turquía
(183.000 Tm). En el caso de Turquía, la producción es prácticamente para
consumo interno, siendo muy pocas las toneladas que se exportan.

Atendiendo a los consumos y
precios de los últimos años, y observando que la oferta crece exponencialmente,
es inevitable que los precios bajen (aún mas de lo que lo están haciendo actualmente). Solo un cambio en la tendencia del consumo,
podría mantener los precios a un nivel aceptable para el productor. Si bien es
cierto, que con unos precios algo más bajos, se podría incrementar en cierta
manera la demanda, pero quizás no todo lo necesario.
Alejandro Sánchez de Ibargüen