Dicho de otra manera, "algo" que depende directamente de otro "algo". Pongamos como ejemplo la mantequilla, el yogur o el queso. Son productos derivados de la leche, siendo la leche el activo subyacente. Si el precio de un litro de leche subiese, ¿Qué creéis que pasará con la mantequilla, el yogur y el queso? ¡Que subirán lógicamente! Pues trasladar este ejemplo tan sencillo a otros productos.
Existen derivados de productos agrícolas, metales, acciones, divisas, índices (como el Ibex 35), tipos de interés, etc. Se podría decir que existen derivados de prácticamente todo lo que os imaginéis. Ahora la pregunta que tendréis será, ¿Para qué sirve contratar un derivado? Pues los productos derivados cubren básicamente dos necesidades. Por un lado, la especulación, es decir intentar sacarle un partido económico con la inversión. Por otro lado, nos sirve como método de protección ante hechos futuros.
Primero voy a explicar un poco más a fondo el tema de la especulación. Para empezar la palabra "especulación" está muy mal vista en estos días, ya que nos hace pensar en la crisis, sobre todo, del sector inmobiliario. Sin embargo, pensemos cuantas veces cuando hemos comprado algo, pensando que cuando sería el momento de adquirir un producto o servicio lo más barato posible. De alguna forma, hemos estado especulando con el precio del producto que anhelábamos. Con las finanzas y los derivados en particular, pasa exactamente lo mismo. Intentaremos comprar siempre algo lo más barato posible para venderlo más caro, y así sacar un beneficio. Vale, también existen las posiciones cortas, pero esto ya lo expliqué en la anterior entrada.
En cuanto al tema de protección, son operaciones para protegerse ante eventuales subidas o bajadas de las divisas, (operaciones muy comunes en empresas exportadoras y multinacionales), tipos de interés y de commodities (es decir de materias primas). Las más comunes, para estos casos son los futuros.
¿Qué es un futuro? La operación consiste básicamente en que una parte se compromete con otra a comprar/vender por ejemplo petróleo, en un momento futuro, y a un importe establecido. De los derivados en general y los futuros en particular ya escribí en una entrada pasada. Pongamos un ejemplo.
Imaginemos que hoy el petróleo cotiza a 80$ el barril. Si yo voy a necesitar petróleo para dentro de seis meses, y quiero asegurarme un precio, para evitar subidas desproporcionadas, decido cerrar un contrato de futuro de petróleo, para dentro de seis meses a un precio de 83$ el barril.
Si a los seis meses el barril ha subido a 100$. Como yo tenía un contrato de futuro comprado, solo pagaré 83$ (precio establecido), en lugar de 100$. Habría ganado por tanto 17 dólares con la operación. Si, por el contrario, hubiera bajado a 70$, habría perdido 13$, porque podría tener el mismo barril a un precio más barato.
Lo que muchos pensareis es, ¿Qué utilidad puedo sacar yo de estos derivados? pues tanto si queréis invertir (o especular) como si queréis protegeros, la principal ventaja de los derivados con respecto a otros activos financieros(por ejemplo las acciones) es que son productos más baratos, por lo que con una menor cantidad de dinero se podrá ganar mucho más al poder adquirir más derivados. Pero, igualmente el riesgo también es mayor. Esto es algo que nadie debe de olvidar, a mayor riesgo, mayor incertidumbre y por lo tanto mayor rentabilidad y viceversa.
De una manera un poco general distinguiremos 4 grandes grupos de derivados: futuros, Swaps, opciones financieras y CDF, los cuales explicaré en próximas entradas para no hacer demasiado extensa esta. Aunque no olvidéis que existen muchísimos más.
Alejandro Sanchez de Ibargüen
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