Hoy no vengo a hablaros de política, ni de constitución, ni de legitimidad, es vana palabrería en los tiempos que corren. Soy una persona normal como vosotros y hoy vengo a hablaros de ganas de vivir, de compartir. Porque eso es un pueblo, ¿no? Eso es nuestra nación, eso es nuestro país. Es la evolución histórica, social, cultural, humana de unas gentes que compartimos algo. En mi opinión las ganas de vivir y de ayudarnos. Es una alianza que ha ido conformando una identidad común basada en unos valores y que se ha dado en un territorio común. Esta es la verdad que tenemos que defender, porque “la Verdad no uniforma, la Verdad une”. No se trata solo de concordia y respeto, sino de enriquecimiento y ayuda mutua. Hay muchas maneras de ser español, tantas como personas y pueblos nos hemos ido uniendo a esta maravillosa patria. ¿Quién en su sano juicio querría empequeñecer su casa? ¿Quién desearía andar hacia atrás para separar lo que se ha unido y nos permite a tantos desarrollarnos y crecer en torno a una casa de libertad?
Todos sabemos que en cualquier familia puede haber un hermano que no sea la persona más deseable del mundo, puede que sea incluso censurable; pero no importa, no por ello vamos a dejar de creer en la familia. Tenemos que acogerlo, tenemos que ser magnánimos. El perdón, al primero a quien libera es a uno mismo. Esta es mi idea del ser humano.
Pero como todo en la vida, las ideas pueden estar guiadas por la virtud o caer en el vicio y degenerar en ideología. Las ideas pueden ser conceptos que fundamenten valores, o por el contrario, obsesiones que nublen la razón y muevan a la imposición y al enfrentamiento. ¿Cuántas ideas? ¿Cuántas palabras hemos corrompido o directamente vaciado de contenido? Cómo decía el filósofo “los límites de mi lenguaje, son los límites de mi mundo”. Y podríamos añadir, las ideas o las palabras son las que vertebran nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros deseos, nuestra razón. En definitiva, gobiernan nuestras relaciones y nuestra vida. Por tanto, sugiero que hagamos una pequeña reflexión usando el sentido común. Porque entender nos hace más libres. Y además, gozar más.
Comunidad. Hermosa palabra que surge de otras dos, común y unión. En cambio, entender la vida como una lucha de clases nos ha llevado a la creación sin sentido de comunidades o colectivos enfrentados hasta el paroxismo, generando tantas identidades como personas con circunstancias distintas y diversas. Creando así una tendencia a la fragmentación o cuasi individualismo. Paradójicamente, vemos que es ahí donde los extremos ideológicos confluyen. El comunismo y el liberalismo hacen tabula rasa de la antropología del hombre. Todas las ideologías acaban convirtiéndose en extremas por no estar basadas en la realidad. Lo verdaderamente valioso es el esfuerzo colectivo, la unión, que potencia y complementa nuestras capacidades para el bien común. Esa es la auténtica comunidad.
Libertad. Estaremos todos de acuerdo en que hemos nacido para ser felices, para realizarnos. Claro que cada uno tiene sus circunstancias, su forma de ser y entender la realidad. Pero convendremos en que todos los seres humanos además de cubrir unas cuantas necesidades fisiológicas, necesitamos lo mismo. Nuestra esencia, aparte de ser social, es el ser autónomo. No entendido como individualismo como nuevamente las ideologías nos han hecho creer, sino como deseo de autorrealización y sentido de utilidad a la propia vida. No podemos acostumbrarnos “a que nos den de comer”. Y por supuesto tenemos que disfrutar y ser felices. ¿Quién niega esto? Claro que hay divergencia. No todos podemos tener lo mismo, ni afectar a la realización de los demás. Pero por eso nos comunicamos, para entendernos. Por eso debe existir la "libertad de expresión”. La libertad exige respeto al diferente, la verdadera libertad preserva la apertura para que el distinto no se sienta cohibido. Además, ¿qué mente verdaderamente libre querría apagar la experiencia nueva o ajena? ¿Acaso no estaría convirtiéndose en esclavo de su propia condición? La libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario.
Igualdad. La igualdad no es un valor en sí mismo, ni una virtud. Suele invocarse con la excusa de intervenir la vida de las personas. Igualdad de oportunidades, entendida como protección de la libertad humana, como respeto a la dignidad de cada uno; no igualdad de vida, ni imposición vital. Además, existe una palpable contradicción entre igualdad y diversidad. Entre diversidad e integración. Lo que verdaderamente es integrador e igualitario es el Amor, el acogimiento.
Democracia. La partitocracia burocrática actual impone la idea de que la democracia es un sistema y nos aboca a entender el estado como una estructura de poder. En cambio, si entendiéramos la democracia como un estado, como modo de estar o de ser, en el que unas personas a las que llamamos políticos son escogidas por sus semejantes para administrar lo que es de todos y para que los representen como pueblo. En el que las personas sean el centro y la razón de ser y se fomente el bien común, todos cabríamos dentro de ella y nos sentiríamos libres. Además, la humanidad ha avanzado de manera que la tecnología actual permite administrar más territorio, más patrimonio común, con menos recursos. ¿Qué sentido tiene diferenciar público y privado? ¿Acaso no estamos todos de acuerdo en que las cosas comunes deberían estar protegidas por aquellos a quienes nombramos para tal efecto? Es distinto lo público de lo estatalista. La administración u organización pública de aquello que nos une y nos beneficia a todos no implica que sea proveído por un ente político ávido de poder. Al final son las personas, entes privados, dotados de humanidad y unicidad las que nos organizamos para ayudarnos o prestarnos servicios los unos a los otros. La condición común y necesidad recíproca es lo que nos une.
Ley. Se nos induce a creer que es la expresión de la voluntad de la mayoría, cuando debería ser garantía y protección de la minoría, del débil. ¿Dónde está la verdadera justicia en una norma o decisión que no ayuda a aquel que carece de poder? La ley justa es la consagración de los valores y principios que emanan de la fraternidad. La ley es benéfica cuando promueve en los ciudadanos un sentir general de unidad y seguridad. La vida no es una cuestión de voluntarismo. La voluntad sana y fértil es aquella que persigue la ordenación de la propia conducta, mediante el afecto y el deseo de contribuir a la prosperidad no solo de uno mismo, sino de la comunidad.
Corona. Otra insensatez es la idea de que todo en la vida puede resolverse en el tablero de la política. ¿Acaso la condición hereditaria, que no perpetua, no nos recuerda que las decisiones han de ser prudenciales? ¿Qué lo relativo a la esencia no puede estar sujeto al juego de lo práctico y lo inmediato? La historia nos demuestra que la institución electiva trae guerras y separación. Si es elegida por sufragio, resulta sectaria o partidista. El rey es la mejor representación de nuestra condición de ciudadanos y de nuestra pertenencia a una comunidad, y además fomenta la estabilidad y la ejemplaridad.
Perdón. Cuando un pueblo que ha encallado en las arenas del odio y el resentimiento aspira a superar sus diferencias para volver a la gracia de la unión, no hay mayor liberación que el perdón. Pero no olvidemos que no hay perdón ni liberación efectiva sin arrepentimiento. Por eso, cuando los gobernantes del barco promueven una falsa amnistía y mercadean con aquello que es común a todos obligándonos a arrancar un trozo del casco, entonces la tiranía acabará por provocar el hundimiento de todo aquello que hemos construido juntos. No nos dejemos embaucar por aquellos que la única aspiración que tienen es la de crear pequeños estados de poder donde se aseguren su propia seguridad. Unámonos y sigamos construyendo una casa común y libre llamada España.
Paz. A lo que todos deberíamos aspirar y lo que sin Amor no conseguiremos.
Un español anónimo
PD. Esta entrada no ha sido escrita por mi persona, pero el español anónimo me animó a difundir su mensaje.