Como muchos sabréis y estaréis notando en el bolsillo, estamos comenzando una nueva crisis. Una crisis de deuda, alta inflación y energética. Una crisis que no deja de ser una consecuencia de la crisis sufrida en 2008 y agravada con la crisis del Covid. Para salir de ambas crisis, los bancos centrales se dedicaron a imprimir billetes de una manera desmedida, provocando grandes distorsiones en el mercado, y finalmente provocando la quiebra del sistema financiero actual.
A pesar de que la cantidad de dinero que ha entrado en circulación ha sido enorme, el ciudadano no se ha percatado de ello, ya que todo este dinero ha ido destinado a financiar la deuda de los países, ya que sin esta ayuda muchos países habrían caído. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, los países se han comportado de una manera bastante inepta. En lugar de disminuir su endeudamiento, aprovechando los bajos tipos de interés, que artificialmente provocaba el Banco Central Europeo, estos han aprovechado la coyuntura para incrementar la deuda, aumentar su gato político, y de esta manera perpetuarse en el poder.
Si bien se ha introducido mucho dinero en el mercado, solo
algunos activos como los bonos del Estado, algunos bonos de empresas muy
grandes, y los tipos de interés, que han estado a unos precios ridículos, se
han visto favorecidos. Estas medidas han recalentado la economía y han
distorsionado algunos mercados.
Como claro ejemplo de lo comentado anteriormente, tenemos el
mercado inmobiliario. Raro el día en el que no se leía qué X ciudad conseguía
un récord de precio del metro cuadrado. Hemos visto máximos históricos en
muchos mercados financieros, como El Nasdaq, SP500 o Eurostoxx. Gracias a estas
políticas, se han mantenido a empresas Zombis, empresas muertas que se han
mantenido artificialmente vivas, por el bajo interés de la deuda, y la falsa
sensación de que esta no había que pagarla. Hasta criptoactivos han visto
infladas sus valoraciones, por el exceso de liquidez del mercado.
Durante estos años, el incremento de dinero en circulación
no ha sido trasladado, hasta ahora, a los bienes de consumo de la familia. Los
demonizados combustibles fósiles han acabado por ser el cisne negro que ha
acabado desencadenando una espiral inflacionista, agravada indudablemente por
la guerra de Ucrania, (en la cual no teníamos nada que ganar y mucho que perder), y de la que nos costará años recuperarnos económicamente. No creo que lleguemos a ver la temible hiperinflación
en algunos países, aunque tampoco debemos descartarlo. De momento la cesta
de la compra esta a niveles prohibitivos, por no hablar por ejemplo de materiales para la construcción o maquinas industriales.
Toda esta locura parece va a acabar de una manera bastante abrupta. A pesar de la ineptitud del Banco Central Europeo y de su presidenta, que se resisten a una subida de tipos de interés profunda, así como cortar de raíz la QE y sucedáneos, se ven abocados a la misma y obligados por terceros países que ven como su política arrastras a toda la Unión Europa hacia una crisis sin precedentes. Hace un año, ya comentaba que el fin del dinero barato estaba cerca. Desgraciadamente, estos burócratas de Europa parecen hacerlo todo tarde y mal. La presidenta tiene escasa formación técnica y demasiada política, y los efectos lo sufren nuestros bolsillos. Ya conocen el refranero popular: Donde nada hay que comprar, ningún dinero puedes gastar.
Alejandro Sanchez de Ibargüen