martes, 29 de marzo de 2016

¿Dividendos o papelitos?

Muchos somos los inversores que viendo los bajos tipos de interés que dan los bancos por los depósitos, optamos por invertir en renta variable y más concretamente en acciones. Uno de los indicadores que se suelen mirar más a menudo es la rentabilidad por dividendo. De esta forma, además de la rentabilidad que podemos sacar por la subida de la acción, también obtendremos ganancias por los dividendos. Pero debemos de tener cuidado, ya que en ocasiones no es oro todo lo que reluce.



Algunas compañías, sobre todo las del sector bancario, como Santander, BBVA o Popular, por citar lagunas de ellas, reparten los dividendos en forma de acciones. Esta modalidad se ha puesto de moda en los últimos años, suponiendo un gran ahorro para las compañías ya que no tienen que desembolsar un importe monetario y simplemente aumenta el número de acciones de la propia compañía. 

Las empresas suelen realizar esta operación mediante dos vías. La primera de ella es  directamente pagando dividendo en acciones. En este caso, la empresa realmente no está repartiendo nada. Simplemente aumenta el número de acciones entre los propios accionistas, diluyendo el valor de las acciones existentes. Se trata por lo tanto de  una operación con la que empapelar a los accionistas.

La segunda vía que suelen tomar las cotizadas, puede llegar a ser más perjudicial para el inversor. Hablamos del script dividend o dividendo flexible.  Las empresas en este caso, “regalan” derechos de suscripción de acciones a sus accionistas, los cuales podrán vender dichos derechos y por lo tanto obtendrían una remuneración dineraria o bien canjearlo por nuevas acciones.

¿Cuál es el problema? Si optamos por vender todos los derechos nos habremos diluido como accionistas, ya que al igual que en el caso anterior están metiéndonos más “papelitos” de la propia empresa. Nuestras acciones por tanto, valdrán menos de los que valían antes de la operación. Por el contrario, si optamos a quedarnos las acciones, estaremos igual que antes de la ampliación encubierta en forma de dividendo. Tendremos más acciones, pero a un precio inferior  al que existía.

Quizás merezca la pena una rentabilidad que sea menor en la teoría, pero en la que realmente no esté repartiendo el beneficio obtenido en ejercicios anteriores y no papelitos, que solo diluyen la acción.

Alejandro Sanchez de Ibargüen

viernes, 11 de marzo de 2016

Abengoa, ¿Y ahora qué?

En mi anterior entrada, traté de analizar las diferentes causas que habían provocado que Abengoa, solicitase el pre concurso de acreedores. En esta entrada por el contrario,  voy a analizar lo que creo que pasará en los próximos días en la multinacional sevillana, la cual tiene de plazo hasta el próximo día 28 de Marzo, para alcanzar un acuerdo con al menos el 75% de los acreedores, para no entrar en concurso de acreedores.



Antes que nada aclarar que es el concurso de acreedores. Es un instrumento jurídico, para aquellas empresas en situación de insolvencia, es decir,  aquellas empresas que no pueden pagar sus deudas. Para resolver este problema, la empresa debe de llegar a un acuerdo con sus acreedores, aplicándoles una quita a la deuda contraída, o dicho de otra manera, pagar solo una parte de la deuda que debe, quedando “perdonada el resto”. De esta manera permite destinar los recursos obtenidos por la empresa a la continuación de la actividad y no solo a satisfacer la deuda contraída.

¿Y Si no se llega a un acuerdo? Si pasados 90 días no hay acuerdo, se liquida la sociedad, se vende todo lo que posea y se reparte entre los acreedores. Los accionistas solo recibirán algo, en caso de  que se salde la deuda completa con los acreedores, y quede algo para ellos. Hablando en plata, muy difícilmente verán algo. Un dato, en España el 90% de las empresas en concurso, son finalmente liquidadas.

Pero no adelantemos acontecimientos no deseados. ¿En qué situación estamos ahora mismo? Los bancos y los bonistas, que son los principales acreedores de Abengoa, están negociando capitalizar la deuda. Esto significa que se canjeara la deuda por nuevas acciones de Abengoa. De esta manera, los bancos y el resto de acreedores se quedarían con el 95% de la compañía y los actuales accionistas se quedarían con un escaso 5%, según las últimas informaciones sobre la negociación. Mediante esta fórmula, se inundará el mercado con millones de nuevos papelitos de Abengoa, con un valor muy cercano a 0.

Para que no quede tan “feo “tener muchas acciones de valor insignificante, lo más probable es que se proceda a realizar un contra Split de las acciones, es decir, agrupar antiguas acciones en una nueva. Por ejemplo, si una empresa tiene 1.000 acciones de valor 1 Euro, realiza un contra Split de proporción 10 antiguas por cada una nueva y la empresa se quedará con solo 100 acciones de valor 10 Euros por cada nueva acción. Con esta operación se busca que las acciones puedan incrementar su valor más fácilmente en un futuro, aunque el efecto real en la empresa es nulo.

¿Y la empresa? Lo más probable, es que se vendan prácticamente todas las filiales pertenecientes al negocio de renovables, reduciendo su tamaño de una manera muy considerable. Quedará una nueva Abengoa, centrado en el negocio de la ingeniería, que es su negocio original, y el que mejor rendimiento ha tenido a lo largo de los años.

Desafortunadamente, creo que la mejor opción para  Abengoa, es la planteada anteriormente es decir, capitalizar la deuda, a pesar de que miles de personas que son accionistas de esta multinacional, perderán prácticamente todo el dinero que habían invertido. No obstante, la empresa podría seguir funcionando, mantener muchos puestos de trabajo, y por qué no, los accionistas podrán recuperan algo de lo invertido si mejora la situación en unos años.

Sin embargo, este preacuerdo entre los bancos y los bonistas más destacados debe refutarse, alcanzando el apoyo del 75% del conjunto de los acreedores, y además recibir la aprobación de Abengoa. Si su ratificación se produce antes del 28 de marzo, la empresa habrá salvado el concurso de acreedores, en caso contrario, las turbulencias se incrementarán más si cabe.

Alejandro Sanchez de Ibargüen

¿Exceso de stock de viviendas en Sevilla?

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