Muchos somos los inversores que viendo los bajos tipos de interés que dan los bancos por los depósitos, optamos por invertir en renta variable y más concretamente en acciones. Uno de los indicadores que se suelen mirar más a menudo es la rentabilidad por dividendo. De esta forma, además de la rentabilidad que podemos sacar por la subida de la acción, también obtendremos ganancias por los dividendos. Pero debemos de tener cuidado, ya que en ocasiones no es oro todo lo que reluce.
Algunas compañías, sobre todo las del sector bancario, como Santander,
BBVA o Popular, por citar lagunas de ellas, reparten los dividendos en forma de
acciones. Esta modalidad se ha puesto de moda en los últimos años, suponiendo
un gran ahorro para las compañías ya que no tienen que desembolsar un importe
monetario y simplemente aumenta el número de acciones de la propia compañía.
Las empresas suelen realizar esta operación mediante dos
vías. La primera de ella es directamente
pagando dividendo en acciones. En este caso, la empresa realmente no está
repartiendo nada. Simplemente aumenta el número de acciones entre los propios
accionistas, diluyendo el valor de las acciones existentes. Se trata por lo
tanto de una operación con la que
empapelar a los accionistas.
La segunda vía que suelen tomar las cotizadas, puede llegar a ser más
perjudicial para el inversor. Hablamos del script dividend o dividendo
flexible. Las empresas en este caso, “regalan”
derechos de suscripción de acciones a sus accionistas, los cuales podrán vender
dichos derechos y por lo tanto obtendrían una remuneración dineraria o bien
canjearlo por nuevas acciones.
¿Cuál es el problema? Si optamos por vender todos los derechos nos
habremos diluido como accionistas, ya que al igual que en el caso anterior
están metiéndonos más “papelitos” de la propia empresa. Nuestras acciones por
tanto, valdrán menos de los que valían antes de la operación. Por el contrario, si optamos a quedarnos las acciones, estaremos igual que antes de la
ampliación encubierta en forma de dividendo. Tendremos más acciones, pero a un
precio inferior al que existía.
Quizás merezca la pena una rentabilidad que sea menor en la teoría, pero
en la que realmente no esté repartiendo el beneficio obtenido en ejercicios
anteriores y no papelitos, que solo diluyen la acción.
Alejandro Sanchez de Ibargüen