Después de mucho tiempo sin escribir ninguna entrada, he decido retomar el blog con un tema que me preocupa bastante y no es otro que el futuro de Abengoa. Antes que nada aclarar, que esto es solo una valoración personal, y siento si alguien se ofende con lo que voy a escribir.
Comencemos, como muchos sabréis, Abengoa presentó en
Noviembre el preconcurso de acreedores. Una empresa, que hasta hace muy poco, era
uno de los emblemas empresariales de Andalucía, referente en I+D+I a nivel mundial, parte del IBEX 35 y quizás
lo más importante, daba empleo a más 30.000 personas.
La pregunta es clara ¿Cómo se ha podido llegar hasta esta
situación? A pesar de que la empresa declaraba beneficios cada ejercicio, esta
tenía un flujo de caja negativo. Este hecho es poco común pero si es posible,
gracias a cierta creatividad en la contabilidad de Abengoa. Por supuesto, era
la única empresa del IBEX, que año tras año tenía flujos de caja negativos, aun
teniendo beneficio contable.
Un ejemplo de lo que comento podría ser la partida “Trabajos realizados por la empresa para su
activo” , o los Créditos Fiscales,que conseguían incrementar sus beneficios
a lo largo del tiempo. De esta manera la empresa mostraba unos
resultados mejorados, mediante unas partidas, probablemente hinchadas artificialmente y no tenía un valor real.
Pero, volviendo a los flujos de caja o Cash Flow en inglés ¿Qué son exactamente y por qué son tan
importantes? Se trata de una herramienta, que se utiliza para saber cuánto
dinero entra y sale de una empresa realmente. Si el resultado fuese negativo,
quiere decir que sale más cash que el que entra (como es el caso de Abengoa). En
una palabra el negocio no daba dinero, o al menos para seguir con la actividad
habitual de la empresa.
¿Cómo se resuelve la situación para seguir funcionando
normalmente? Efectivamente, con recursos ajenos o dicho de otra manera,
mediante deuda. Como todos los años se encontraba con el mismo problema y
seguía haciendo obras de ingeniería faraónicas, con unos porcentajes de retorno
de la inversión muy inferior de lo que se esperaría. La deuda se
incrementaba exponencialmente.
Debido a la gigantesca deuda, y sobre todo a los altísimos intereses
que se pagaban, provocaba que los gastos financieros prácticamente se “comieran”
los resultados de explotación, por lo que cada vez la liquidez era más
exigua, y la solución era seguir endeudándose. La bola cada vez era más grande,
y se “le pegaba una patada hacia delante, hasta que se la volviesen a encontrar”.
Para intentar revertir esta situación, se vendieron dos de
las joyas de la corona, como eran Telvent y Befesa. Se realizaron varias
ampliaciones de capital, y se emitieron bonos corporativos, aunque eso sí,
pagando unos tipos de interés fuera de mercado. Por poner un ejemplo,
telefónica y Repsol emitieron bonos, en el año 2013, pagando unos tipos de
interés al 3%. Abengoa pagaba un 8,88% por unos bonos que vencían en 2018. Sin
querer comparar empresas, esta situación recordaba a los famosos anuncios de
Nueva Rumasa, donde prometían grandes tipos por sus bonos y pagares (todos sabemos cómo
acabo la cosa). Ya saben, a mayor interés, mayor riesgo. Algo no andaba bien.
La famosa agencia de calificación Fitch, la calificaba con
la nota “CC”, o dicho de otra manera, bono basura. La agencia califica al nivel
de estos bonos como: “niveles que rozan la quiebra y el impago”. Para
situarnos, este nivel lo tienen países como Grecia, Gambia o Venezuela.
¿Invertiría en estos países? Pues con Abengoa corríamos el mismo riesgo.
Ante esta situación, imaginarán que no se repartirían
dividendos. Pues no, se repartían unos dividendos bastantes generosos. Y ahora
se preguntarán, ¿Si no tenían cash, cómo es posible que se repartiese dinero?
Efectivamente, la solución siempre ha sido la misma…pidiendo más y más.
Como observarán, la situación de la empresa era crítica.
Como solución, buscaron a un nuevo accionista, para que inyectara capital, y el
caballero blanco fue Gonvarri. Sin embargo la empresa acerera finalmente no
entró en el capital de Abengoa, entre otras razones por no tener claro que la
empresa fuese viable, precipitando que la cúpula de Abengoa solicitase el preconcurso
de acreedores.
Este instrumento sirve para intentar llegar a un acuerdo con los acreedores, con los cuales tienen un periodo de negociación de tres meses, ampliable otro más. El “pufo”: 8.000 millones de deuda financiera y más de 5.000 millones a proveedores. La deuda total de la compañía sin embargo, podría ascender hasta más de 20.000 millones. Esto puede significar la mayor quiebra de la historia de España y la cuarta de la historia en todo el mundo.
Las acciones que cotizaban hasta hace poco más de un año por
encima de los 4 euros, ¡Hoy lo hacen cercano a los 15 céntimos! Y por desgracia
para todos aquellos inversores que decidieron invertir parte de sus ahorros en
esta empresa, verán como la cotización probablemente siga bajando.
Espero que la situación se resuelva de la mejor manera
posible, ya que no solo es uno de los motores de Andalucia, sino también una
empresa donde trabajan muchos amigos y conocidos, aunque algunos de ellos ya
están fuera desgraciadamente. Como siempre he dicho, ojalá hubiese más empresas
en España de este tamaño, ya que a todos nos iría mejor. Sin embargo, en el
caso de la multinacional sevillana, se ha exprimido demasiado a la vaca,
empezando por sus directivos, y no hablo solo de las famosas indemnizaciones, Parece que el futuro no es muy halagüeño.
Alejandro Sanchez de Ibargüen