Hoy quiero empezar a escribir sobre una de las quiebras empresariales más importantes que han existido en la historia de EE.UU. Además arrastró con ella, a la firma de auditoria Arthur Andersen, en aquel entonces la mas improtante del mundo. Esta entrada va a tratar sobre Enron, una de las diez empresas más grandes de Estados Unidos en los años 90, con una valoración superior a los 70.000 millones de Dólares, más de 21.000 trabajadores, y calificada por la revista Fortune durante seis años, como la empresa americana más innovadora.
Enron nació de la fusión en
1985, de dos empresas de gaseoductos, siendo nombrado CEO Kenneth Lay, un
brillante y joven ejecutivo. En aquella época se liberalizó el mercado del Gas
Natural, permitiendo a los productores vender directamente al consumidor final
sin intermediarios. Sin embargo, el precio del gas se hundió, así como la rentabilidad
que daba la instalación de tuberías para conducirlo, el otro negocio de
Enron.
Enron se enfrentaba a un problema de dificil solucion, y sus ingresos no paraban de menguar, debido a la continua caida del mercado de gas, su principal negocio. No obstante, una filial llamada Enron Oil, que se encontraba practicamente inactiva, comenzó
a obtener unos beneficios descomunales para Enron. Sin emabrgo, aqui ocurre el primer
escándalo.
Enron Oil se trataba en un principio, de una
empresa que se constituyó para comercializar petróleo al por mayor. Por aquel entonces ya solo se dedicaba al trading, y sobre todo a la
compra de futuros sobre el petróleo. Especulaban con el mercado.
Este tipo de operaciones, como
en la bolsa, daría algunas veces beneficios y otras veces perdidas. Sin
embargo, dos operadores, llamados Borget y Mastroeni, parecía que siempre
ganaban. ¿Cómo lo hacían? Cuando perdían, ocultaban las perdidas mediante una
compleja red de cuentas en paraísos fiscales, destruían documentos, y tras
muchos movimientos, desviaban parte el dinero, en muchas ocasiones hacia sus propias
cuentas personales.
Cuando se empezó a investigar
los movimientos, se descubrió que había movimientos recurrentes hacia una
cuenta bancaria, que no estaba a nombre de Borget y Mastroeni, ni de Enron. Se
trataba de un intermediario libanes, al que le hacían transferencias por cierta
información privilegiada. Su nombre: M. Yass. Este intermediario se acabó
descubriendo que no existía, y que esa cuenta también era de Borget y Mastroeni. El nombre
que le pusieron al “libanés” fue un juego de letras en inglés: mi culo (My ass)
A pesar de ello, y gracias a juegos y estafas contables, consiguieron unos resultados
extraordinarios, pero haciendo peligrar el propio futuro de la compañía. Cuando
finalmente son descubiertos, el CEO de Enron, Kenneth Lay, decide no
despedirles, ya que era la única división de Enron que generaba dinero en
aquellos años. No quería matar a la gallina de los huevos de oro. Les prohíbe
abrir más cuentas bancarias, pero los anima a que sigan ganando millones para la compañia.
Durante los siguientes meses, la suerte de Borget y Mastroeni cambió. Hicieron inversiones, o mejor
dicho apuestas por 1.200 millones de dólares, pero esta vez no les salió bien…
Muchas de las operaciones que hicieron eran simuladas y pensadas su enriquecimiento propio. Esto dejó a Enron al borde de la
quiebra. Finalmente son despedidos y el segundo de ellos, acabaría entrando en prisión
Kenneth Lay, se había quedado
sin su división estrella, pero se dio cuenta que era más fácil ganar
dinero mediante instrumentos financieros complejos, que transportando gas. Para
ello contrató a Jeff Skilling. Pero esta nueva etapa la contaré en una nueva
entrada.
Alejandro Sánchez de Ibargüen